Cada coche una historia
Desde que empezamos a restaurar automóviles de colección, cada uno de los coches que ha pasado por nuestras instalaciones ha dejado su propia estela. Por muy distintos motivos. Desde aquel Delahaye tipo 1 de 1898 que durante años había visto en una fotografía colgado en la pared de la casa de mis padres con ellos recién casados a lo mandos y que después de más de treinta años volvimos a poner en marcha para que pudiera recorrer triunfalmente los más de cien kilómetros que separa Londres de Brighton, hasta ese Ferrari 250 GT que estrenó el padre de un cliente y que éste pudo recuperar muchos años después para disfrutarlo en todo su esplendor. Pasando por el Hispano Suiza K6 que lucía una placa de Obras Públicas con el propio nombre del fabricante o el Delage DM de 1929, que fue el primer coche que restauramos y cuya carrocería original había sido sustituida en los años cincuenta por una “más moderna” para de esa manera ampliar su vida útil unos cuantos años más.
Hoy en día, el automóvil de colección es mucho más que un simple medio de transporte. Es uno de los exponentes más claros de la evolución del ser humano a lo largo del Siglo XX, los cien años, posiblemente, más fructíferos en cuanto a evolución tecnológica de todos los que el ser humano lleva poblando la tierra.
Nosotros nos congratulamos de poder dedicar nuestros conocimientos y nuestro esfuerzo a salvaguardar un patrimonio histórico cuya importancia, quizá y especialmente en nuestro país, no esté aún suficientemente valorada.